Lidia era una antigua región que estaba formaba por valles y montañas, situada entre las planicies del este de Anatolia y la ribera oriental del Egeo. Su situación era privilegiada actuando de nexo de unión entre oriente y Grecia y por donde discurrieron el comercio, las riquezas y las “ideas” que se trasmitieron durante la antigüedad.
En Lidia estaban las ciudades que fueron fundadas durante la “primera colonización griega” y que a su vez fueron las metrópolis desde donde salieron la mayoria de los colonizadores de la “Segunda colonización griega”.
En Lidia estaban las ciudades que fueron fundadas durante la “primera colonización griega” y que a su vez fueron las metrópolis desde donde salieron la mayoria de los colonizadores de la “Segunda colonización griega”.
Según Heródoto en su primer libro de História, Clio, en el párrafo 93 dice lo siguiente:
“La Lydia es una tierra que no ofrece a la historia maravillas semejantes a las que ofrecen otros países, a no ser las arenillas de oro provenientes del monte Tmolo; pero sí nos presenta un monumento, obra la mayor de cuantas hay, después de las maravillas del mundo, egipcias y babilonias. En ella existe el túmulo de Alyattes, padre de Creso, el cual tiene en la base unas grandes piedras, y lo demás es un montón de tierra. La obra se hizo a costa de los vendedores de la plaza y de los artesanos, ayudándoles también las muchachas. En este túmulo se ven todavía cinco términos o cuerpos, en los cuales hay inscripciones que indican la parte hecha por cada uno de aquellos gremios, y según las medidas aparece ser mayor que las demás la parte ejecutada por las mozas. Lo que no es de extrañar, -porque ya se sabe que todas las hijas de los Lydios venden su honor ganándose su dote con la prostitución voluntaria, hasta tanto que se casan con un determinado marido, que cada cual por sí misma se busca. El ámbito del túmulo es de seis estadios y dos pletros o yugadas, y la anchura de trece yugadas.
Cerca de este sepulcro hay un gran lago que llaman de Gyges, y dicen los Lydios que es de agua perenne”
“La Lydia es una tierra que no ofrece a la historia maravillas semejantes a las que ofrecen otros países, a no ser las arenillas de oro provenientes del monte Tmolo; pero sí nos presenta un monumento, obra la mayor de cuantas hay, después de las maravillas del mundo, egipcias y babilonias. En ella existe el túmulo de Alyattes, padre de Creso, el cual tiene en la base unas grandes piedras, y lo demás es un montón de tierra. La obra se hizo a costa de los vendedores de la plaza y de los artesanos, ayudándoles también las muchachas. En este túmulo se ven todavía cinco términos o cuerpos, en los cuales hay inscripciones que indican la parte hecha por cada uno de aquellos gremios, y según las medidas aparece ser mayor que las demás la parte ejecutada por las mozas. Lo que no es de extrañar, -porque ya se sabe que todas las hijas de los Lydios venden su honor ganándose su dote con la prostitución voluntaria, hasta tanto que se casan con un determinado marido, que cada cual por sí misma se busca. El ámbito del túmulo es de seis estadios y dos pletros o yugadas, y la anchura de trece yugadas.
Cerca de este sepulcro hay un gran lago que llaman de Gyges, y dicen los Lydios que es de agua perenne”
El nombre antiguo de Lidia era Meonia, y a partir del siglo VII antes de C, ya toma el nombre de Lidia.
La capital era Sardes, y ese nombre era originado por los “sardanos”, que eran uno de los llamados “Pueblos del mar”.
La población tenía un fondo asiático autóctono y se asentaron también indoeuropeos.
Los cimerios invaden y arrasan Lidia entre los años 750-700 y también arrasaron las zonas vecinas: Capadocia, Frigia, el Ponto y hasta Asiria.
Candaules , rey de Meonia hace un llamamiento de auxilio a sus vasallos pero Giges usurpa su poder y toma el trono.
La capital era Sardes, y ese nombre era originado por los “sardanos”, que eran uno de los llamados “Pueblos del mar”.
La población tenía un fondo asiático autóctono y se asentaron también indoeuropeos.
Los cimerios invaden y arrasan Lidia entre los años 750-700 y también arrasaron las zonas vecinas: Capadocia, Frigia, el Ponto y hasta Asiria.
Candaules , rey de Meonia hace un llamamiento de auxilio a sus vasallos pero Giges usurpa su poder y toma el trono.
Con Giges se funda la dinastía de los mermnadas.
Cadaules (704-687)
Anteriormente habían reinado dos dinastías, los attiadas y los sandónidas.
En la primera midad del siglo VII antes de C, Lidia era el vínculo entre las ciudades de Jonia y sobre ellas ejercia un protectorado.
Giges y Samético tenian una alianza entre ellos.
Lidia y Egipto tenían los mismos intereses. Realmente la ascensión de Lidia, casi se ve truncada por los saqueos de los cimerios… recordemos que fueron saqueadas Sardes, Éfeso y Esmirma, por estos graves acontecimientos Giges decide suicidarse.
Su heredero Ardis tubo que hacer un esfuerzo muy grande para poder defender las ciudades, pero después de conseguirlo, Lidia adquiere un gran poder.
Cadaules (704-687)
Anteriormente habían reinado dos dinastías, los attiadas y los sandónidas.
En la primera midad del siglo VII antes de C, Lidia era el vínculo entre las ciudades de Jonia y sobre ellas ejercia un protectorado.
Giges y Samético tenian una alianza entre ellos.
Lidia y Egipto tenían los mismos intereses. Realmente la ascensión de Lidia, casi se ve truncada por los saqueos de los cimerios… recordemos que fueron saqueadas Sardes, Éfeso y Esmirma, por estos graves acontecimientos Giges decide suicidarse.
Su heredero Ardis tubo que hacer un esfuerzo muy grande para poder defender las ciudades, pero después de conseguirlo, Lidia adquiere un gran poder.
Para comprender mejor la historia, leamos lo que nos cuenta Heródoto en su primer libro de la historia, Clio...
párrafo siete:"El imperio que antes era de los Heráclidas, pasó a la familia de Creso, descendiente de los Mérmnadas, del modo que voy a decir. Candaules, hijo de Myrso, a quien por eso dan los griegos el nombre de Myrsilo, fue el último soberano de la familia de los Heráclidas que reinó en Sardes, habiendo sido el primero Argon, hijo de Nino, nieto de Belo y biznieto de Alceo el hijo de Hércules. Los que reinaban en el país antes de Argon, eran descendientes de Lydo, el hijo de Atis; y por esta causa todo aquel pueblo, que primero se llamaba Meon, vino después a llamarse lidio. El que los Heráclidas descendientes de Hércules y de una esclava de Yardano se quedasen con el mando que hablan recibido en depósito de mano del último sucesor de los descendientes de Lydo, no fue sino en virtud y por orden de un oráculo. Los Heráclidas reinaron en aquel pueblo por espacio de quinientos cinco años, con la sucesión de veintidós generaciones, tiempo en que fue siempre pasando la corona de padres a hijos, hasta que por último se ciñeron con ella las sienes de Candaules."
párrafo siete:"El imperio que antes era de los Heráclidas, pasó a la familia de Creso, descendiente de los Mérmnadas, del modo que voy a decir. Candaules, hijo de Myrso, a quien por eso dan los griegos el nombre de Myrsilo, fue el último soberano de la familia de los Heráclidas que reinó en Sardes, habiendo sido el primero Argon, hijo de Nino, nieto de Belo y biznieto de Alceo el hijo de Hércules. Los que reinaban en el país antes de Argon, eran descendientes de Lydo, el hijo de Atis; y por esta causa todo aquel pueblo, que primero se llamaba Meon, vino después a llamarse lidio. El que los Heráclidas descendientes de Hércules y de una esclava de Yardano se quedasen con el mando que hablan recibido en depósito de mano del último sucesor de los descendientes de Lydo, no fue sino en virtud y por orden de un oráculo. Los Heráclidas reinaron en aquel pueblo por espacio de quinientos cinco años, con la sucesión de veintidós generaciones, tiempo en que fue siempre pasando la corona de padres a hijos, hasta que por último se ciñeron con ella las sienes de Candaules."
Seguimos con el relato de Heródoto en el pçarrafo siguiente. "Este monarca perdió la corona y la vida por un capricho singular. Enamorado sobremanera de su esposa, y creyendo poseer la mujer más hermosa del mundo, tomó una resolución a la verdad bien impertinente. Tenía entre sus guardias un privado de toda su confianza llamado Giges, hijo de Dáscylo, con quien solía comunicar los negocios más serios de estado. Un día, muy de propósito se puso a encarecerle y levantar hasta las estrellas la belleza extremada de su mujer, y no pasó mucho tiempo sin que el apasionado Candaules (como que estaba decretada por el cielo su fatal ruina) hablase otra vez a Giges en estos términos: —«Veo, amigo, que por más que te lo pondero, no quedas bien persuadido de cuán hermosa es mi mujer, y conozco que entre los hombres se da menos crédito a los oídos que a los ojos. Pues bien, yo haré de modo que ella se presente a tu vista con todas sus gracias, tal corno Dios la hizo.» Al oír esto Giges, exclama lleno de sorpresa: —«¿Qué discurso, señor, es este, tan poco cuerdo y tan desacertado? ¿me mandaréis por ventura que ponga los ojos en mi Soberana? No, señor; que la mujer que se despoja una vez de su vestido, se despoja con él de su recato y de su honor. Y bien sabéis que entre las leyes que introdujo el decoro público, y por las cuales nos debemos conducir, hay una que prescribe que, contento cada uno con lo suyo, no ponga los ojos en lo ajeno. Creo fijamente que la reina es tan perfecta como me la pintáis, la más hermosa del mundo; y yo os pido encarecidamente que no exijáis de mí una cosa tan fuera de razón.
En el párrafo noveno de Clio,Heródoto nos sigue contando la historia: " Con tales expresiones se resistía Gyges, horrorizado de las consecuencias que el asunto pudiera tener; pero Candaules replicóle así: -«Anímate, amigo, y de nadie tengas recelo. No imagines que yo
trate de hacer prueba de tu fidelidad y buena correspondencia, ni tampoco temas que mi mujer pueda causarte daño alguno, porque yo lo dispondré todo de manera que ni aun sospeche haber sido vista por ti. Yo mismo te llevaré al cuarto en que dormimos, te ocultaré detrás de la puerta, que estará abierta. No tardará mi mujer en venir a desnudarse, y en una gran silla, que hay inmediata a la puerta, irá poniendo uno por uno sus vestidos, dándote entre tanto lugar para que la mires muy despacio y a toda tu satisfacción. Luego que ella desde su asiento volviéndote las espaldas se venga conmigo a la cama, podrás tú escaparte silenciosamente y sin que te vea salir.»
trate de hacer prueba de tu fidelidad y buena correspondencia, ni tampoco temas que mi mujer pueda causarte daño alguno, porque yo lo dispondré todo de manera que ni aun sospeche haber sido vista por ti. Yo mismo te llevaré al cuarto en que dormimos, te ocultaré detrás de la puerta, que estará abierta. No tardará mi mujer en venir a desnudarse, y en una gran silla, que hay inmediata a la puerta, irá poniendo uno por uno sus vestidos, dándote entre tanto lugar para que la mires muy despacio y a toda tu satisfacción. Luego que ella desde su asiento volviéndote las espaldas se venga conmigo a la cama, podrás tú escaparte silenciosamente y sin que te vea salir.»
y en el párrafo décimo, Heródoto nos sigue narando la hitoria:"Viendo, pues, Giges que ya no podía huir del precepto, se mostró pronto a obedecer. Cuando Candaules juzga que ya es hora de irse a dormir, lleva consigo a Giges a su mismo cuarto, y bien presto comparece la reina. Giges, al tiempo que ella entra y cuando va dejando después despacio sus vestidos, la contempla y la admira, hasta que vueltas las espaldas se dirige hacia la cama. Entonces se sale fuera, pero no tan a escondidas que ella no le eche de ver. Instruida de lo ejecutado por su marido, reprime la voz sin mostrarse avergonzada, y hace como que no repara en ello[19]; pero se resuelve desde el momento mismo a vengarse de Candaules, porque no solamente entre los lidios, sino entre casi todos los bárbaros, se tiene por grande infamia el que un hombre se deje ver desnudo, cuanto más una mujer."
seguimos con el párrafo onceavo, Heródoto nos hace una descripción detallada de los hechos : "Entretanto, pues, sin darse por entendida, estúvose toda la noche quieta y sosegada; pero al amanecer del otro día, previniendo a ciertos criados, que sabía eran los más leales y adictos a su persona, hizo llamar a Giges, el cual vino inmediatamente sin la menor sospecha de que la reina hubiese descubierto nada de cuanto la noche antes había pasado, porque bien a menudo solía presentarse siendo llamado de orden suya. Luego que llegó, le habló de esta manera: —«No hay remedio, Giges; es preciso que escojas, en los dos partidos que voy a proponerte, el que más quieras seguir. Una de dos: o me has de recibir por tu mujer, y apoderarte del imperio de los lidios, dando muerte a Candaules, o será preciso que aquí mismo mueras al momento, no sea que en lo sucesivo le obedezcas ciegamente y vuelvas a contemplar lo que no te es lícito ver. No hay más alternativa que esta; es forzoso que muera quien tal ordenó, o aquel que, violando la majestad y el decoro, puso en mí los ojos estando desnuda.» Atónito Giges, estuvo largo rato sin responder, y luego la suplicó del modo más enérgico no quisiese obligarle por la fuerza a escoger ninguno de los dos extremos. Pero viendo que era imposible disuadirla, y que se hallaba realmente en el terrible trance o de dar la muerte por su mano a su señor, o de recibirla él mismo de mano servil, quiso más matar que morir, y la preguntó de nuevo: —«Decidme, señora, ya que me obligáis contra toda mi voluntad a dar la muerte a vuestro esposo, ¿cómo podremos acometerle? —¿Cómo? le responde ella, en el mismo sitio que me prostituyó desnuda a tus ojos; allí quiero que le sorprendas dormido.»"
En el párrafo doceavo, Heródoto nos cuenta como Giges mata a Candaules, apoderándose así de la esposa y del reino: "Concertados así los dos y venida que fue la noche, Giges, a quien durante el día no se le perdió nunca de vista, ni se le dio lugar para salir de aquel apuro, obligado sin remedio a matar a Candaules o morir, sigue tras de la reina, que le conduce a su aposento, le pone la daga en la mano, y le oculta detrás de la misma puerta. Saliendo de allí Giges, acomete y mata a Candaules dormido; con lo cual se apodera de su mujer y del reino juntamente: suceso de que Arquíloco pario, poeta contemporáneo, hizo mención en sus yambos trímetros"
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